El seis veces campeón de Europa vive un momento dulce
La nueva aventura de Javier Fernández
Hubo un tiempo en que el patinador era más conocido en Japón que en España. Sus éxitos le han situado donde merece. Ahora presenta su nuevo espectáculo
Para quien tenga en la retina la película 'Billy Elliot' ('Quiero bailar)' –la lucha de un niño por ser bailarín en un barrio obrero británico habitado por mineros castigados por las políticas liberales 'thatcherianas', con la cerveza y el boxeo como únicas válvulas de escape–, no es descabellado encontrar cierta similitud con la vida de Javier Fernández. Nacido hace ahora 27 años (los cumple el 15 de abril) en Cuatro Vientos, un barrio de las afueras de Madrid, hijo de militar y de cartera, a él tampoco le fue fácil vestir mallas mientras los otros niños del barrio pegaban patadas al balón.
Pero, como Billy Elliot, él también consiguió su sueño y sus padres también pudieron ver en directo sobradamente recompensados sus esfuerzos. Por ejemplo, en el primer Europeo que ganó Fernández, el 26 de enero de 2013 en Zagreb, con ellos, Antonio y Enriqueta, allí, entre el público. O en su último gran triunfo, la medalla de bronce conquistada el pasado 17 de febrero en los Juegos Olímpicos de PyeongChang, de la que también fueron testigos.
Javier Fernández viste pantalón, cazadora, polo y mocasines, todo de Emidio Tucci.
“Mis padres nunca me han pedido resultados; solo en los entrenamientos: ya que ellos se estaban gastando el dinero, que me esforzara, pero nunca ningún título ni nada. Siempre han dicho que trabajara e hiciera lo mejor que podía. Pero sí, sí han visto durante mi trayectoria todas la competiciones que han podido y en algunas de las que he ganado han estado allí. Han visto ese reconocimiento que es también parte de ellos. Ver cómo he crecido como deportista es una cosa de la que ellos están orgullosos, y yo por todo el trabajo que han hecho. Compartirlo juntos, porque ellos también han luchado mucho, es importante”. Entre una y otra cita, la de Zagreb y la de PyeongChang, Javier Fernández ha conquistado en total dos campeonatos del mundo y seis europeos, además del bronce olímpico. Un palmarés por encima de la mayoría de la otras grandes figuras del deporte español.
A un futbolista, un currículum así le hubiera dado para retirarse y garantizar la vida de hijos y nietos. ¿A usted para qué le ha dado? Para poder vivir. Soy independiente y con piso propio. Y eso no lo pueden decir todas las personas de mi edad. Es cierto que la remuneración de este deporte en nuestro país está todavía un poco atrasada. Ahora que puedo decir que casi he terminado mi carrera deportiva, tengo que seguir trabajando. No tengo dinero para vivir toda mi vida y que vivan mis hijos y nietos.
¿En algún momento de sus inicios se sintió como Billy Elliot? La visión de las personas va cambiando a medida que van pasando los años. Es cierto que cuando eres más joven puede haber algún que otro comentario… Es difícil escoger algo que no es tan normal donde vives, pero la gente que está a tu alrededor se adapta a lo que estás haciendo y lo respeta.
¿Se resiste a utilizar la palabra ‘final’? No lo veo como un final. Puede ser el final de una parte de lo que he estado haciendo estos 20 años, pero no diría que es un final. Me gustaría hacer alguna que otra competición la temporada que viene, o incluso un par de temporadas. Hacer un ciclo olímpico lo veo inviable, se queda largo para mí; y hacer temporadas enteras, con todas las competiciones, tampoco me lo planteo. Pienso en hacer alguna que otra competición, y luego los otros proyectos que tenemos en mente.
Fernández, en los últimos Juegos Olímpicos de Invierno, donde conquistó la medalla de bronce.
¿Como 'Revolution on Ice', que acaba de presentar?¿Qué es? Es un espectáculo que une el patinaje sobre hielo, música en directo y temas de acrobacias, luz, sonidos… Es un espectáculo para personas de todas las edades. Estaremos en gira, en principio, en Pamplona, Málaga y Madrid (los tres, entre noviembre y diciembre próximos), y esperamos que se una alguna que otra ciudad. Traemos a algunos de los mejores patinadores del mundo, con los que ya estoy acostumbrado a hacer espectáculos, y cantantes o que están creciendo o que ya conocemos todos.
Hace ocho años me dijo que casi le reconocían más por la calle en Japón que en España. ¿Eso ha cambiado ya para siempre? Sí, en los últimos años, sobre todos tras los dos mundiales que gané. Las apariciones en los medios ayudan, claro.
El éxito de la humildad
Javier Fernández empezó a patinar con ocho años, siguiendo los pasos de su hermana Laura que, dos años y medio mayor de él, empezaba a mostrar hechuras de promesa. Por aquello de racionalizar gastos, los padres aceptaron una beca para Laura en Jaca, a donde se fue la pequeña, con su madre y con Javier, quien, en un ambiente extraño y con las primeras muestras de incomprensión de los niños enganchados al omnipresente fútbol, no vivió su mejor época. Cuando regresó a Madrid, dos años después, lo dejó un tiempo.
El palmarés de su página web se inicia en la temporada 2003-2004, cuando Javier Fernández, 12 años contaba entonces, consigue el segundo puesto en el Campeonato de España Novice. Pero no hay muchas más calificaciones de un solo dígito en aquellos primeros años de carrera deportiva: sí en campeonatos junior, pero en las grandes citas, sobre todo los Europeos y los Mundiales, le cuesta meterse entre los 20 primeros. Hasta que, con 17 años, acepta la propuesta del entrenador ruso Nikolai Morozov para ir con él a prepararse en Estados Unidos. Todo un dineral para la economía de sus padres, que afrontaron sin ayuda pública y a base de más y más trabajo.
La progresión, aunque no explosiva, comenzó, y llevó al joven madrileño a participar en 2010 en los Juegos Olímpicos de Vancouver y lograr un meritorio 14º puesto. Y le permitió también entrar en contacto con Brian Orser, un antiguo patinador metido a entrenador en Toronto (Canadá), que se encargó de pulir el talento y la capacidad atlética de Javier hasta convertirle en un campeón.
Un décimo puesto en el Campeonato del Mundo de Moscú de 2011 es la peor clasificación que ha logrado desde entonces: además de los seis campeonatos de Europa conquistados de forma consecutiva desde 2013, y los dos Campeonatos del Mundo en Shanghai 2015 y Boston 2016, adornan su currículum media docena de podios en varios Grand Prix, varios campeonatos de España y un sinfín de actuaciones estelares que han podido tener su broche final en PyeongChang.
Su éxito seguramente ha animado a otros chicos y chicas a seguir sus pasos. ¿Por qué deberían hacerlo? Es un deporte bonito, que tiene también arte, música, actuación, estilo. Al fin y al cabo, es un conjunto de muchas cosas que no estamos acostumbrados a ver en solo un deporte, muchos aspectos que hacen de este un deporte muy especial y diferente.
¿Y qué encontrarán que no esperan? Estar en un entorno en el que no estamos acostumbrados a desenvolvernos, sobre hielo, en unos patines, da una sensación muy diferente. Y cuando llegas a manejarte en esa superficie..., es una sensación difícil de explicar. Es algo diferente, muy especial..., no se me ocurren otras palabras (risas).
Pamplona, Málaga y Madrid acogerán el nuevo espectáculo del patinador.
Imagínese dentro de diez años. ¿Dónde y haciendo qué? A largo plazo quiero ser entrenador. Lo tengo claro y, si puede ser, por supuesto aquí, en España. Ya se está moviendo el tema del Centro de Alto Rendimiento, en el que me gustaría mucho estar como entrenador y ayudar a los niños a que sigan mejorando aquí y podamos tener patinadores de mucho más nivel, y con los resultados que yo he tenido o incluso más.
Siguiendo con los paralelismo. Uno de sus programas, 'El hombre de la Mancha', ¿también tiene algo que ver con usted? Quizás esa lucha por los ideales y contra los elementos... Correcto. Al fin y al cabo, la historia de Don Quijote, aunque estaba un poco loco, tenía su encanto y sus batallas. Yo creo que se asimilaba un poco. Muchas de las canciones que utilizamos tenían un poco de conexión con lo que estamos haciendo, cómo llegar a conseguir tus sueños, la estrella..., que es cómo conseguir esa competición, esa medalla.
Una de las definiciones con más insistente eco del rugby la dio el tan agudo como poco deportista Winston Churchill:“Un deporte de hooligans jugado por caballeros”.
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