"Dicen que algunos de mis jugadores se creen estrellas y beben whisky; a mí esos comentarios me traen sin ciudado, pero sí me he dado cuenta de que los que solo beben batidos, no ganan muchos partidos”. En estos términos se expresaba Casey Stengel, el más famoso de los entrenadores de béisbol de la Major League Baseball estadounidense en la década de los cincuenta. Personaje conocido no solo por crear las mejores ‘double play’ de la historia, sino también por su perfil de asiduo a exclusivos locales donde el whisky y las tertulias sobre deporte y mujeres formaban parte de la discreción que rodeaba a cada espacio.
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Stengel era un habitual de los clubes privados que proliferaban en el Nueva York de mediados del siglo pasado, aquellos por los que también se dejaban ‘caer’ actores como John Barrimore o Humphrey Bogart. De uso exclusivo y riguroso para socios, lograron gran fama en la cultura de postguerra en EE UU, aunque, en realidad, encuentran sus orígenes en Londres.
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El White’s Club fue el primero de una serie de clubes en que los socios todavía hoy siguen pagando cuotas de hasta cuatro ceros al año. Situado en St Jame’s Street, su lista histórica y actual la conforman figuras tan relevantes como el Príncipe de Gales, nobles como Conrad Black, novelistas como Tom Stacey o el ex Primer Ministro británico, David Cameron. Una única mujer lo ha podido visitar en toda su historia: la Reina Isabel II, en 1991. De 1832 data el Carlton Club, también conformado únicamente por nobles tories, y al que no hace mucho se sumó como miembro la primera y única mujer de su historia: Margaret Thatcher.
Pronto se exportaría este modelo a ciudades de influencia colonial británica, como Singapur o Nueva Delhi. Pero su fama internacional y éxito crápula llega en el periodo de entreguerras en Nueva York, cuando las reuniones clandestinas proliferaban y los despachos de Wall Street se trasladaban a un club privado donde poder aflojarse el nudo de la corbata. Hoy en día, el concepto de club vive un renacimiento, auspiciado por la necesidad recibir una atención personalizada frente a la masificación. Aun así, el cartel de ‘Members Only’ mantiene intacto su sempiterno poder de seducción.