Los automóviles clásicos constituyen un patrimonio histórico que continúa vivo, no sólo como memoria de la industria del siglo XX, sino también de su sociedad, cultura y afición deportiva. Cada una de las piezas, que hoy se pueden observar en museos o en competiciones clásicas, se valoran como obras de arte, pues como tales fueron concebidas.
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Trabajando con la emergente industria automovilística y con artesanos de otras disciplinas, los ingenieros de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX lograron carrocerías y accesorios que trascendieron sus aspectos puramente funcionales: como muestra, recordamos aquí la histórica relación entre Bugatti y Hermès, iniciada en los años 20, o la sala permanente del MOMA de Nueva York dedicada a clásicos de la automoción, como el Pininfarina Cisitalia 202 GT de 1946, o el Jaguar E-Type Roadster de 1963. / Imágenes: CÉSAR LUCAS ABREU