Esta Villa Milanesa, situada en el barrio universitario de la ciudad, lleva habitada por la familia Fornasetti durante más de un siglo. Pietro, el abuelo, importador de máquinas de escribir alemanas, la compró a finales del XIX y en ella nació y murió su hijo mayor, Piero Fornasetti (1913–1988), un artista multifacético para quien la casa se convirtió en un lienzo en blanco donde desplegar su ferviente creatividad. Con el tiempo, se convirtió en un testimonio viviente de su estilo ecléctico y surrealista. Ahora la mantiene y desarrolla su hijo Barnaba, que la ha convertido en su hogar y lugar de trabajo, decorándola con una mezcla de diseños emblemáticos de su padre y algunas antigüedades.
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La vivienda se compone de una intrincada red de habitaciones y corredores. Entre los interiores más llamativos destaca el apartamento de invitados de la planta baja, que Barnaba pone a disposición de estudiosos y coleccionistas del trabajo de su padre, para quienes todo está cuidadosamente archivado y a mano. Allí se ha situado una elegante sala de estar con un par de sofás Chester blancos y, muy cerca, la espaciosa cocina con frentes de vidrio que dan al patio del jardín que rodea la casa.
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Piero Fornasetti fue uno de los talentos creativos más originales del siglo XX, pues forjó un vocabulario visual instantáneamente reconocible y siempre atractivo para las nuevas generaciones de artistas. Fue pintor, grabador, escultor, coleccionista, diseñador, sofisticado artesano, decorador, galerista y creador de más de 13.000 productos. Un legado que su hijo ha sabido conservar. Gran parte del mejor mobiliario de la casa fue resultado de la colaboración del diseñador con el arquitecto Gio Ponti, con quien, después de la Segunda Guerra Mundial, formaron un grupo de brillantes arquitectos, industriales y artesanos que hicieron de la ciudad el nuevo epicentro del diseño contemporáneo durante décadas.
Barbaba Fornasetti, rebelde en su juventud y hoy un auténtico dandy contemporáneo, mantiene viva la memoria y la obra de su padre montando exposiciones, abriendo la casa museo a los especialistas, e incluso produciendo y creando nuevas colecciones con mucho sentido del humor. Es particularmente apreciada su línea Litomatrice, una serie de muebles revestidos con placas litográficas de zinc, utilizadas en los años cincuenta por Piero Fornasetti.
Hoy la marca Fornasetti sigue viva por la gestión de Barnaba, que exporta el 80 % de su producción a Estados Unidos sin haber hecho nunca publicidad. La vigencia de su lenguaje se debe al universo fantástico e irreal que propone: creaciones intemporales con un gusto refinado e irónico. Barbaba, digno heredero, es el perfecto hilo conductor, que consigue que parezca que nada ha cambiado, aunque nada siga igual.
Fotografía Laura Fantacuzzi y Maxime Galati Fourcade