Casinos, los templos del azar

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Todo o nada
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Todo o nada

En 1960, durante las localizaciones, en Nevada, de ‘Vidas rebeldes’, el director John Houston pasó muchas noches en las mesas de juego de Reno. En esta ocasión le acompañó la estrella Marilyn Monroe.

Máximo control
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Máximo control

Un detective no pierde detalle del juego que se está desarrollando en las mesas de Black Jack.

El ojo que todo lo ve
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El ojo que todo lo ve

El discreto pero estricto control que tiene lugar en todos los casinos se respira por cada rincón. 

Casino de Wiesbaden
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Casino de Wiesbaden

Célebre por haberle inspirado a Dostoiewski su novela ‘El jugador’.

El templo de la ruleta
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El templo de la ruleta

Vista parcial de una sala del casino de Montecarlo, que incluye, desde 1910, el Grand Théâtre de Monte Carlo, y ha sido escenario de al menos tres entregas de películas de James Bond: 'Casino Royale' (1953), 'Nunca digas nunca jamás' y 'GoldenEye'.

Empezando el año
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Empezando el año

Ambiente en el casino de La Habana el 1 de enero de 1961.

Pura atracción
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Pura atracción

La afición por el juego no conoce fronteras, ni edades, ni sexos. En la imagen, una mujer jugando en el casino de Moscú.

Lo que pase en Las Vegas...
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"Lo que pase en Las Vegas..."

En efecto, "se queda en Las Vegas". La imagen del casino toma buena cuenta de la importancia que tiene el juego de azar en la capital del estado de Nevada, también conocida como la capital del juego. 

El casino más antiguo del mundo
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El casino más antiguo del mundo

El de Venecia es el casino estable más antiguo del mundo. Surgió en 1638 en Ca’ Vendramin Calergi, uno de los primeros grandes palacios del Renacimiento veneciano. Construido en 1509, está considerado como un ejemplo perfecto del estilo patricio de la época.

Si apostar es arriesgar algo de valor, entonces el juego de azar no es un invento ni una peculiaridad de la especie humana, sino algo mucho más antiguo y más parecido a un instinto: un instinto primario, eterno, cósmico, común a todo aquello que respira. Según Zaratustra, “el verdadero hombre quiere dos cosas: el peligro y el juego.

[Lea aquí: Sueños de grandeza en Macao]

Por eso ama a la mujer”; en esta ocasión –con el permiso de Nietzsche– a la diosa del juego de azar, ‘Apuesta’, una mujer divina y salvaje, a quien consagramos, desde hace ya cuatro siglos, esos maravillosos templos que surgen prácticamente en todas partes, y que se han dado en llamar con el entrañable, evocador y mágico nombre de 'casinos'.

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