Se les llama animales de compañía, porque para muchas personas son un antídoto contra la soledad, y bajo ese título se reúnen, como en el Arca de Noé, casi todas las especies. Entre otras funciones, pueden ser como el amigo que te escucha y, con su silencio, asiente a todo lo que dices. O como una especie de Diario en el que registramos todo cuanto hacemos y sentimos. A las mascotas puedes convertirlas en testigos de tu rabia incontenible, de las penas de amor, de tus más serias reflexiones sobre el destino. Tal vez no comenten nada, pero muestran una atención impagable.
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De su compleja relación de ida y vuelta con los humanos, podemos apreciar aspectos extraordinariamente diversos. Hay quien busca en ellos el niño que fue, y en ese caso necesita una mascota juguetona, imparable, incansable, aventurera. Otros, en cambio, prefieren que sea como una manta en invierno, una compañía quieta y que te dé calorcito, que se adapte a sus formas. Hay mascotas elegidas desde el narcisismo, y esas ofrecen nuestra imagen reflejada, lo que no siempre coincide con lo que somos, sino con lo que nos gustaría parecer o ser. Esta selección resume todo ello, con ciertos parecidos ¿razonables? Juzguen ustedes mismos.