Cuando en los años 20 del siglo pasado George Gershwin y Aaron Copeland incorporaron saxos a las orquestaciones de sus partituras de jazz sinfónico, especialmente en la célebre y celebrada ‘Rhapsody in Blue’, el instrumento quedó asociado de forma indefctible con el nuevo género.
Para la década de los años 30, el eje geográfico del jazz se mueve hacia la ciudad de Kansas: de allí surgen el swing, banda sonora de la convulsa época que involucra a la Segunda Guerra Mundial, y las big bands, cuya sección de saxos comprendía dos altos, dos tenores y uno barítono. La orquesta de Glenn Miller es el ejemplo más llamativo de las densas armonías paralelas que frecuentaban.
La década termina con una fecha fundamental, cuando el 11 de octubre de 1939 Coleman Hawkins crea la orquesta ‘Body and Soul’. El tratamiento imaginativo del instrumento, tanto en la armonía como por la ausencia de clichés, no sólo le vale a Hawkins quedar en las enciclopedias como “el padre del saxo tenor en el jazz”, sino ser parte de los primeros balbuceos del bebop, el estilo que dominaría la escena del jazz en los años por venir.
Sería injusto no mencionar en esta etapa a otros dos grandes intérpretes con los que el saxo tenor alcanza su total potencial, Lester Young y Ben Webster. Young, además de ser una gran influencia para el advenimiento del gigante Charlie Parker, guarda para sí una medalla nada menor: pareja artística y sentimental de la incomparable Billie Holiday. Webster, por su parte, fue durante varios años integrante de la orquesta de Duke Ellington.