Verano de 1971: el calor azota París. La rutilante estrella de cine austriaca Romy Schneider se encuentra con el productor Luggi Waldleitner, quien trabajó con ella en filmes como 'Fantasma de amor'. La actriz luce un vestido negro de escote pronunciado, muy elegante. Él le susurra: “Romy, pequeña Romy, haz caso al viejo Luggi: tus nietos seguirán queriéndote. Has sido una Sissi extraordinaria, insuperable”.
Romy (Viena, 1938) tiene 33 años y todos saben que reniega de la azucarada emperatriz adolescente. De hecho, como demuestra la carta que ella misma escribirá luego a una amiga, pierde los nervios: “¡Vete a la mierda! –grita–. ¡Mi recuerdo no será ni del tamaño de una alga insignificante en el rincón más profundo de vuestro Danubio! Es más, le pondré una piedra encima para que vuestros malditos nietos no encuentren ni rastro de mí”. Y añade: ¡No volveréis a interpretar mi vida nunca más! ¡Lo haré yo, y como yo quiera!”.
Sin embargo, Romy Schneider nunca llegaría a cumplir su deseo, y hoy se sigue hurgando en su vida y especulando con su muerte. Desde el 29 de mayo de 1982, cuando la hallaron en su cama, sin vida, se han publicado cientos de biografías en docenas de idiomas, miles de artículos –con o sin excusas de aniversarios de por medio– y de fotografías inéditas, desde las instantáneas que captó César Lucas de una Schneider con sombrero cordobés y pose torera mientras rodaba en España 'Las 10:30 de una noche de verano', hasta la Schneider más osada y transgresora que posa desnuda en su apartamento parisino frente al objetivo de Giancarlo Botti para Paris Match.