Los cócteles para el día son aquellos más refrescantes, en clave de aperitivo o apetecible brebaje a media tarde. En este último caso, lo ideal es consumirlos durante un descanso tras una jornada de compras en la ciudad. El cóctel de día es el refrigerio o la excusa perfecta para la pausa: se puede disfrutar en compañía o solo, en casa o en el bar, donde uno se sienta verdaderamente a gusto. Frutas del bosque, bergamota o jazmín se olfatean a esas horas en el mezclador.
¿Y qué hay de los cócteles de noche? Son aquellos pensados para preceder la cena, para caminar junto a ella o para terminarla con los postres. Siempre, en compañía. Para esos momentos reservamos las notas más complejas y las texturas sedosas que masajean los labios a la espera de la llegada de los besos. Un cóctel de noche es como un código secreto. Nata, canela, ron cocinado con mantequilla o un brandy estupendo. No hay tabúes en la inmensa oscuridad. Estas mezclas también están pensadas para las altas temperaturas y tienen nombres tan sugerentes como Delhi Imperial.