La ginebra es una de las bebidas espirituosas más antiguas de la Europa del frío. Sus orígenes oficiales se encuentran en 1500, cuando fue destilada por un médico holandés a partir de la fruta de un arbusto seco, el enebro. Pero esta misma bebida era mucho más antigua, y la encontramos vinculada en la Edad Media a las leyendas artúricas. Hay que recordar que no por casualidad había una princesa llamada Ginebra.
Sin embargo, la ginebra, bien conocida por franceses y flamencos sobre todo, permaneció durante siglos casi oculta para el mundo hasta que el ejército británico acertó a combinarla con el agua tónica para que sus oficiales y soldados destinados en la India aceptaran tomar la dosis diaria de quinina que de otro modo se negaban a ingerir.
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Los oficiales y los soldados se exponían en el recién conquistado subcontinente indio a toda clase de enfermedades nuevas para las que sus cuerpos carecían de defensas genéticas, y la quinina era el mejor preventivo posible. Sólo que sabía a mil diablos.
De modo que algún avispado médico decidió que, combinada con una bebida espirituosa y el agua tónica, había más probabilidades de que los militares instalados en “la joya de la corona” se defendiesen de las amenazas contra su salud.
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No obstante, no podrían haber imaginado los ingleses colonizadores de la India un futuro tan prometedor para un combinado que nació queriendo ser una medicina y que es ejemplo de sencillez: en un vaso alto o copa de balón ancho con pie se introducen cuatro cubitos de hielo, una rodaja de limón, que puede exprimirse un poco, 4 cl de ginebra y agua tónica a placer. Sí, es el gin-tonic.