La vida lenta y muelle del verano invita al cuerpo a posturas de escueta nobleza si se trata de pasar inmortalizados a la posteridad. Así que conviene, por una parte, mejorar la foto acompañándonos del mobiliario apropiado para dar un aire dignificado a esa laxitud corporal, y, por otra, beneficiarnos de la molicie de las propuestas pensadas para el relax.
Al hacer su elección de mobiliario estival, decántese por la posibilidad horizontal o al menos de cierta inclinación; y si ello no fuera del todo posible, su mejor aliado será el puf y el reposapiés, que al menos le permitirán estirarse en libertad. Su segunda baza tiene que ser el efecto mecedora, que no en vano fue inventada para adormecer a los niños. En su defecto, la buena oreja de un sillón bien elegido puede actuar como paliativo. Por último, dirija sus pasos con decisión al mundo de lo blando, pues en casos como este (atención, solo en casos como este) lo duro no es lo mejor.
Cualquier elemento que se transforme en un sucedáneo de cama con rapidez y con igual economía de movimientos, debe de convertirse en una prioridad. Asimismo, la posibilidad de permanecer en el exterior, a ser posible bajo un sombrajo, es una cualidad que se alza con muchos enteros en esta caza del bienestar que tiene su principio y su fin en el mismo punto: nuestra felicidad.