Tal como demostró Claude Levi-Strauss en Lo crudo y lo cocido, lo humano empieza con la elaboración, con la prepración de los alimentos antes de consumirlos. Incluso el ceviche peruano y el sashimi japonés, expresiones de una comida casi sin elaboración, son resultado de procesos muy sofisticados. Dejamos de ser animales porque dejamos de comer crudo. Pero esta es una perspectiva esencialista, antropológica.
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Si damos un paso más, lo humano es, enseguida, lo civilizado, lo culto, lo refinado. Y en lo relativo a los alimentos lo humano es, también, el salto de la necesidad al deseo. Se trata, precisamente, de establecer diferencias, categorías, clases, modas. De introducir belleza en lo útil y luego cambiar el concepto de lo bello con toda la frecuencia que nuestro ser inconstante nos exija. Y así ocurre con los instrumentos de la mesa, con los cubiertos, vajillas, vasos y copas, con las mantelerías.